El tan machacado género de zombies (o subgénero, según se mire), parece que nunca encuentra su estandarte, su cinta que represente completamente los elementos que lo conforman. Algunos dirán que el cine de Romero es y será referencia, posiblemente, pero su último trabajo, La resistencia de los muertos, estrenada hace siete años, le ha alejado de una evolución que podría haberlo consagrado definitivamente como el auténtico rey cinematográfico de los muertos vivientes.
Desde entonces, el resto de productos relacionados con este subgénero, con sus mas y sus menos, han salido relativamente airosos de un público que, a pesar de no ser tan exigente, pedía a gritos una revolución y reinvención de su género preferido. Hemos tenido que esperar unos cuantos años hasta que desde el otro lado del planeta, desde Corea del Sur, nos llega Train to Busan (Yeon Sang-ho, 2016), trepidante película que sin evitar las referencias, aporta numerosas novedades, y lo más importante, no da tregua.
No ha sido hasta esta cinta, cuando el director coreano Yeon Sang-ho se ha decidido a saltar hacia la acción real tras varios largometrajes de animación (ninguno de ellos estrenado en España). Tras presentarnos la premisa con la cinta animada Seoul Station, su continuación se hace con actores de carne hueso bajo el título Train to Busan.
A pesar de no contar con experiencia en la dirección de actores, la madurez con la que ha facturado la película, sorprende. Un género tan explotado y tan sobrevalorado, acaba aquí convertido en un entretenimiento absoluto, en donde somos capaces de empatizar con todos los personajes, sintiendo su angustia, su drama y sus miedos, todo a través de un elenco maravilloso y sorprendente.
Train to Busan es, en conjunto, una película de zombies prácticamente redonda. No faltan ciertos clichés, pero muy pocos. El ingenio con el que Sang-ho ha escrito la historia, las situaciones, el cómo se las ingenian los personajes para salir airosos de ellas… todo ello culmina con una más que aceptable odisea hacia el infierno.
Pero Train to Busan tiene algo más. Hay algo que subyace bajo ese manto de terror, infectados y sangre (no hay concesiones, aunque la cinta tampoco peca de demasiado sangrienta). Detrás de la historia hay unos personajes con mucho trasfondo. Un padre que nunca ha pensado en los demás, que su hija se lo recuerda varias veces y que deberá cambiar el chip para poder no sólo salvar a su pequeña, sino a los que le rodean. Su evolución también conviene reseñarla, se nos presenta un hombre casi inerte, inexpresivo, frío… y al final tenemos a otra persona, a un verdadero padre.
La forma en la que se ha manejado el ritmo de la película también merece una especial atención. A pesar de que todo está muy bien medido, y de que sus fallas son mínimas (algunas incongruencias de guión aunque sacrificables para narrar bien la historia), en su conjunto resulta un ejercicio muy sólido, en donde se crea y se dosifica muy bien el suspense.
Hay momentos para el drama, para el terror o, como no, para no moverse de la butaca. Y es que Train to Busan contiene casi todo lo que se le pide a una buena película, pero ambientada entre los muertos vivientes. Es cómo si hubieran cogido lo mejor de Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013) y Rompenieves (Snowpiercer) (Bong Joon Ho, 2013) y lo hubieran mejorado.
Espléndida película con un entretenimiento y una tensión dignas de una tarde en donde hay que estar dispuesto a pasarlo un poco mal, con unos personajes absolutamente adorables.