A pesar de que las cifras en la taquilla daban para hacer una nueva entrega, el regreso de la dupla Smith/Lawrence en Bad Boys For Life (Adil El Arbi y BilallFallah, 2020) no llegó a contentar al conjunto del ‘fandom’ de esta saga que iniciase Michael Bay allá por el año 1995. Lo flojo de su propuesta, la ausencia de Bay, y la pretenciosidad de sus directores de tratar de imitarlo, terminaron por no alegrar el día a quienes fueron a verla. Pero ya se sabe que, en el cine, quien manda es el dinero y aquello resultó para los responsables de una de las sagas de acción más icónicas de los noventa.
Repitiendo equipo (directores y reparto principal), regresan estos chicos malos en una nueva cinta de acción que podríamos situar un poco por encima de aquella tercera película. Podemos olvidarnos a estas alturas de volver a ver a Bay en la dirección (aquí al menos tiene un cameo), porque el realizador ya dejó claro que prefería robots a seres humanos. Quien sabe si, una vez quemada la franquicia de los Transformers, pueda volver algún día a esta saga. A corto plazo, no parece.
Tras pasearse por televisión con la dirección de algunos episodios de la serie Ms. Marvel, la pareja de directores de origen belga vuelve a la carga con dosis más comedidas de pretenciosidad, a pesar de sus intentos de tratar de innovar en cuanto al cine de acción se refiere. Y es que lo primero que llama la atención de esta cuarta entrega de Dos policías rebeldes (ya ni se molestan en traducir, como la anterior) es su nivel vertiginoso de acción. Y no hablamos precisamente de una cinta que no de tregua, que la da, sino porque cuando la cosa se pone “chunga”, la cámara no para quieta. En ocasiones puede resultar molesto, las cosas como son.
En vista de que, en la anterior cinta, la trama no funcionó demasiado, aquí apelan de alguna forma al factor nostalgia, haciendo partícipe y eje de la trama a uno de los personajes más icónicos de la saga y que se despidió en la anterior. Tranquilos, Pantoliano tiene algún que otro cameo… desde el más allá. Si es verdad que la trama resulta más interesante, engancha más (con sus más y sus menos) y las escenas de acción, dentro de su aparatosidad (movimientos imposibles, drones, docenas de planos…) resultan bastante más interesantes que la anterior película.
La química entre Smith y Lawrence, vuelve a ser innegable. Los puntos cómicos vuelven a servir de válvula de escape en muchas ocasiones y de nuevo vemos una evolución de los personajes que nos lleva, inequívocamente, a un relevo con el paso de los años.
El villano (Eric Dane, muy conocido por series como Anatomía de Grey o The Last Ship) le pone las cosas serias a los dos “bad boys”, pero por lo demás es un personaje que apega a la ambición y a su propia justicia, siempre manejado por un ente más poderoso en la sombra. Nada nuevo, en ese sentido.
Bad Boys: Ride or Die despega mucho mejor que su antecesora, tiene una historia más interesante que aquella y, manteniendo en parte la esencia de la saga, salvo unos intentos de sus directores de emular a Bay (no lo consiguen, pero parece que han dejado de hacerlo), podemos decir que resulta ligeramente superior a aquella tercera. No hay duda de que se agradecen varias cosas ya no sólo la evolución de los personajes (incluso de algún secundario), sino que temas como el valor o la lealtad, presentes siempre en cualquiera de las entregas, se entremezclen con otros como la honestidad o la venganza.
Un cóctel que entretiene, sí, tiene excesos, pero sabe jugar muy bien en el terreno que le toca hacerlo. Smith/Lawrence son la principal baza que tiene para que se la considere como un producto digno de su categoría. Por lo demás, no nos va a descubrir la pólvora a estas alturas.