El argentino Damián Szifrón (Buenos Aires, 1975) ha elegido para debutar en Hollywood, una historia con elementos muy clásicos del thriller policíaco, sobre todo aquel en el que se ha de encontrar a un asesino en serie.
La historia que nos plantea Misántropo (título que se ha decidido poner en vez de una traducción literal del original “Atrapa a un asesino”) resulta muy interesante, y su planteamiento en papel también. Szifrón cuenta con un prácticamente desconocido Jonathan Wakeham para escribir el guion de la película. Todo hacía ver una cinta sólida, con personajes bien trabajados, una buena trama (la construcción de la investigación es realmente buena)… pero el principal problema y lastre que tiene la cinta es su ritmo. Por momentos, Misántropo es una película densa, plúmbea, con la que desconectamos con facilidad lo que supone algo imperdonable para un thriller de este tipo. Todo esto a pesar de tener un más que notable arranque y alguna que otra escena de acción muy bien rodada, en donde se genera y masca la tensión en cada plano.
La película reúne en su historia a un agente federal, interpretado por Ben Mendelsohn que rezuma experiencia y buen olfato, y a una joven agente de la policía de Baltimore, a la que da vida Shailene Woodley, una actriz que, a pesar de haberse desarrollado sobre todo en el drama, intenta tocar todos los géneros, siempre y cuando los personajes la aporten algo. Y aquí entroncamos con otro de los lastres que la película no sabe aprovechar bien. Su carga dramática viene dada por unos personajes bien trabajados, con pasado, sólidos y con coherencia, pero que parecen perdidos en muchas ocasiones dentro de la trama, como si la historia les quedase pequeña.
Temas como la depresión, la ambición o el no saber encajar en la sociedad se tratan de una forma bastante inteligente. A esto la película añade un par de dardos sobre cómo el orden siempre quiere quedar como héroes o como la misma sociedad es la que rechaza a aquellos que no se consideran “perfectos”. E incluso hay también hueco para “meterse” con los medios y de cómo de cada tragedia, son capaces de hacer espectáculo. Es por este tipo de detalles por lo que Misántropo resulta bastante decepcionante. Es una película que tiene muy buenas intenciones, buenos mimbres para crear interés, pero su atropellado ritmo no ayuda a que estemos constantemente interesados en ella.
Hablamos antes de sus protagonistas. Mendelsohn destaca por encima de todos, a pesar de que tanto Woodley como el resto de secundarios navegan con cierta destreza por la película. Es un reparto muy desigual, podríamos decir.
Si queremos buscar referentes no hay que alejarse mucho de El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991) con quien comparte algunas cosas, o cintas sobre asesinos en serie, en donde la investigación acapara el grueso de la película. Por eso Misántropo es una cinta de corte muy clásico.
Szifrón nos dejó muy bien servidos con la magnífica Relatos Salvajes (2014), pero hay que reconocer que su entrada en Hollywood no ha podido ser más errática, o al menos no como se esperaba. A pesar de tener buenos materiales, la película no despega, se hace densa, desconectamos y terminamos pasando dos horas como si fueran tres.