Un tema tan actual como es la migración por motivos laborales, es el eje central de Perdiendo el Norte, una comedia simpática (el humor es algo muy personal, está claro), que se encarga ya no sólo de recordarnos este asunto, sino de echar un poco la vista atrás para darnos cuenta de que la historia se repite. Todo ello, aderezado con un humor fácil, gracioso en momentos y apoyado por un reparto de rostros bastante conocidos. La fórmula, aunque no es nueva, al menos sirve para pasar un buen rato.
La tercera cinta de Nacho G. Velilla (que aquí se rodea de muchos nombres televisivos con los que ha trabajado), vuelve a reunirle con Javier Cámara, aunque en esta ocasión como secundario, y en un papel que, como casi todos los que expone en su cinta, representan cierta parte de la sociedad actual, bastante cansada del sistema que se ha establecido y con escasas esperanzas de un cambio importante. Perdiendo el Norte es una comedia simpática, agradable, que trata un tema duro con mucho respeto, y sobre todo es un pequeño “homenaje” al emigrante, desde un punto de vista cómico.
A pesar de que la historia principal se centra en el personaje de Hugo (correctamente interpretado por Yon González), durante la trama se van sucediendo varias historias en las que el hecho de haber abandonado su país, ha influenciado notablemente en sus vidas.
Mención especial la participación de Pepe Sacristán, claro ejemplo del emigrante olvidado, de aquel español que en los sesenta viajó hasta el país de los teutones con la misma idea, la de triunfar, la de encontrar un trabajo. Quizá su papel en la película es el más enternecedor, aunque sin llegar a convertirse en un gancho fácil para todo. Sacristán es toda una institución dentro del cine, por lo que poco o nada debemos dudar de su presencia en la película, no supone un reclamo exclusivo de la película.
La ruta que el personaje de Hugo se traza a lo largo de la cinta, le lleva incluso a aclarar su vida. Es precisamente su padre (quién sino) el que le abre los ojos el que le permite escoger entre lo que puede vivir o lo que debe vivir. Está claro que el mensaje es esperanzador, y está claro que su hijo, optará por escoger el camino que más se amolde al previsible “happy end” de la película.
Perdiendo el Norte es, sin tampoco pretenderlo, una cinta que no marca tendencias, simplemente se aprovecha de un momento, de una circunstancia, de anécdotas… para contarnos la historia. Se agradece también la sencillez y la simpleza con la que la dirección se ha encargado de retratar ya no sólo Berlin (que si que aparece como una ciudad moderna, multicultural y abierta), sino de retratar a los jóvenes que tienen que viajar, como auténticos supervivientes en buscar de una vida mejor, y no únicamente de pasárselo bien.
Simpática, entretenida, agradable, con alguna que otra escena memorable (gracias a la presencia siempre agradecida de Julián López) y con una historia de amor, algo previsible.