Para los que vivimos los noventa con cierta intensidad, aprovechándonos de series de televisión como forma de entretenimiento, no podíamos obviar el hecho de que Hollywood volviera a intentar revitalizar los personajes creados por Saban y Levy. Su anterior incursión en el cine, allá por mediados de los noventa con la estimable (para la época) película de Bryan Spicer, y con la secuela más olvidable de 1997, no resultó lo esperado y a pesar del furor televisivo, las películas no tuvieron el éxito esperado.
Han pasado más de veinte años desde aquello y la fiebre de los “mighty morphin” vuelve a intentar revitalizarse con una especie de “reboot”, eso que tanto está de moda hoy en día, de estos jóvenes metidos a superhéroes expertos en artes marciales, luchando contra archienemigos con dudoso carisma y propósitos bastante pobres.
La moda de los superhéroes sigue poblando la cartelera actual. Mientras MARVEL y DC están a las suyas, cualquier héroe de hace años es la excusa perfecta para iniciar una saga. Es lo que ha sucedido con los míticos Power Rangers, llevados a la gran pantalla una vez más (y van tres) por el sudafricano afincado en los Estados Unidos Dean Israelite.
La idea de este nuevo renacer de los superhéroes, sin duda sigue la tónica de los “reboots” o “reborns” que ahora se estilan, es decir, tratar de tomarse en serio la historia sin olvidarse nunca de la esencia que ha convertido a los protagonista, en auténticos héroes. Aquí todo ello se camufla bajo un manto de hermandad, de ser todos una piña o de la idea de unión.
A priori, el tratar de ponerse serios con una serie que ni siquiera se tomaba en serio ella misma, resulta cuanto menos hilarante. Ya no por la propia idea, sino por que todo en Power Rangers resulta tan cotidiano, tan sobradamente previsible y tan artificial, que el mero hecho de tratar de ponernos profundos con su historia, no trae nada bueno.
La película resulta, en ocasiones bastante aburrida porque parece empeñada en tratar de profundizar en unos personajes que, realmente, no hacen nada por interesarnos, están llenos de clichés, y sus reacciones son muy previsibles. No hay absolutamente nada sorprendente en esta producción.
Tanto el director como el guionista, no se han molestado nada que en dar un lavado de cara a los personajes, han intentado dotar de cierta seriedad a la historia/película pero no lo consiguen por lo que si encima nos cuesta verla, a ello hemos de sumarle un buen puñado de defectos.
Ni siquiera la presencia de rostros como Bryan Cranston o Elizabeth Banks, despiertan el interés en una película que, prácticamente nacía muerta. ¿Realmente era necesario hacernos pasar por esto? Ni siquiera la pirotécnica infográfica final resulta relevante.