Si uno se decanta por Sin rastro como opción al estreno de la semana, como es Prometheus, quizá la jugada no le salga tan mal como crea. Me explico, la nueva cinta del director brasileño Heitor Dhalia (pràcticamente desconocido entre en público español) se mueve en unos cánones excesivamente conservadores del thriller.
Que el peso de la película lo lleve una actriz algo fría y distante como lo es Amanda Seyfried, no ayuda para nada a que Sin rastro se haya podido dejar ver antes en nuestro país. Y es que la joven, aunque en buenas dósis y con muchas ganas, intenta ganarse el protagonismo, lo cierto es que despierta más indiferencia que otra cosa. En un cómodo papel de investigadora “made yourself” (o lo que es lo mismo, “a lo Juan Palomo”), se dedica a ir recopilando pistas casi como si de un videojuego se tratase, ayudado siempre por una realización clásica y con escaso riesgo.
Ni siquiera el puñado de secundarios que la acompañan consiguen arroparla en este descafeinadísimo thriller que juega a dos bandas (y no digo más para no desvelar) con el público. La trampa de todo juego se suele desvelar al final y Sin rastro parece lastrar quizá una necesidad de sorprender al espectador sea como sea. El resultado de tal ansia no culmina, y es más, se vuelve hasta tedioso en algunos momentos. No es que aburra, pero tampoco hará que nos movamos de la butaca. Dhalia ha optado por el camino fácil y construye una trama limpia, bien hilada (eso sí) con un reparto prácticamente femenino y además soltando de vez en cuando alguna pista al personal (por si acaso a alguno le entra un sueñecito). Sin rastro es correcta y nada más. No podemos ponerla tampoco “a caldo”, puesto que desde el punto de vista de su realización, la cinta cumple lo justo, pero quizá se echa en falta algo más de riesgo, de originalidad…
La idea es la de plantear tanto a la protagonista como al espectador, una serie de pistas que a cada cual van conduciéndonos hasta una resolución, más o menos eficaz. Por el camino se quedan escenas con algo de intriga, otras metidas con calzador, personajes absolutamente prescindibles (¿para que sirve el de Wes Bentley, por ejemplo?), y una ambientación bastante lograda. En su conjunto, la cinta, como dije anteriormente, es correcta, pero no pasa de ahí, y hoy en día siempre se suele pedir algo más. Sí que es una opción, pero quizá con algo más de miga, la cosa habría llegado más lejos. Que Seyfried sea la protagonista quizá tampoco ayuda mucho, pero al menos podremos entretenernos con una película que, dada su historia, no aguanta tampoco más de un visionado.