La crisis que, afortunadamente, poco a poco va dejándose atrás (al menos para muchos, pero no por eso podemos olvidarla) ha supuesto un enorme cambio en la forma de vivir de la gente.
Ni siquiera el cine se ha sentido ajena a ella y sobre todo en las zonas más duras es en donde ha conseguido indagar más allá, en hacer historias conmovedoras y crudas como Techo y comida.
Para ser la primera película de Juan Miguel del Castillo, Techo y comida es un fuerte relato sobre la desesperación, sobre la cruda realidad de la crisis en una mínima parte de la población. El drama se concentra en la protagonista, una portentosa Natalia de Molina, que fabrica un personaje casi indestructible pero con una personalidad muy fuerte.
Junto a Rocío, la inocencia de su hijo Adrián, que ve como poco a poco su madre se va desmoronando, y él, ajeno a lo que realmente sucede a su alrededor, sólo piensa en ver la final de un partido de fútbol o en triunfar en el equipo del colegio.
Techo y comida es un crudo alegado en favor de la protección de aquellas personas que son desahuciadas a diario mientras los gobiernos se dejan el dinero rescatando bancos, justo aquellos quienes, en parte (en gran parte) nos metieron en la crisis. Aunque el mensaje queda mucho más claro al final (justo antes de los créditos), el realizador deja muy claras sus ideas.
El guión de Techo y comida casi podría escribirse solo. La ficción, muy pocas veces se ha acercado tanto a la realidad. Esta modesta película es un vivo retrato de ella.
Pero una de las principales excusas para la película reside precisamente en su texto. Todo está bien planteado (demasiado) y eso genera en Techo y comida, bastantes pocas sorpresas, bastante poca espontaneidad, y todo sucede casi milimétricamente, sin ningún atisbo de riesgo.
El director apuesta sobre seguro con una película dura, sobria, efectiva y con una protagonista de altura. Si hay que ser sinceros, podemos decir que en general, el reparto está bastante correcto, muy natural y con bastante credibilidad. Una cinta que exige después, pensar ciertas cosas.
Techo y comida retrata la dureza de una situación, con desesperación, con drama y con tragedias, y aunque tengamos esa sensación de desasosiego durante toda la película, posiblemente un desenlace algo más claro quedaría mejor, pero evidentemente es un retrato de la realidad, donde las historias no se terminan a los 93 minutos.
Un muy buen ejemplo de lo que ha pasado con la crisis, de lo que muchos han sufrido, y aquí, con más objetividad que nadie, lo que importa es contar la historia, sin irse por las ramas. De lo contrario, sería quizá hasta de mal gusto.