Aunque muchos piensan que la animación oriental se reduce a manga, anime y poco más, lo cierto es que de vez en cuando nos llega algún producto fuera de lo meramente comercial, véase Studio Ghibli, por ejemplo. El dragón de los deseos (Chris Appelhans, 2021) es una producción que cuenta con algún nombre detrás, como el de Jackie Chan, Joe Tam o Ken Tsumura, productor de El príncipe de Egipto (Brenda Chapman, Steve Hickner, Simon Wells, 1998) o Aviones (Klay Hall, 2013).
Resulta inevitable pensar en la historia de Aladdin (Ron Clements, John Musker, 1992), pues la película que nos atañe comparte muchas similitudes ya no sólo con la historia, sino incluso con la exitosa cinta animada de Disney. Bueno, no resulta un problema que oriente u occidente busquen inspiraciones mutuas para elaborar historias nuevas, ya sucedió con la serie de televisión de Kimba, el león blanco y la película El rey león (Roger Allers, Rob Minkoff, 1994).
A pesar de que la línea que separa la cinta de Disney de ésta es bastante fina, en su tramo final El dragón de los deseos se desmarca bastante. Es en su última media hora en donde Appelhans (guionista también) muestra la esencia de toda esta historia.
La película, recomendada sobre todo a un público infantil, nos habla sobre todo de la amistad, de la sinceridad y la honestidad. Son temas universales, fáciles de comprender, es por ello que resulta muy fácil simpatizar con todos los personajes.
Si Aladdin jugaban con tres elementos (comedia, musical, aventura) para contarnos la historia y se apoyaba sobre todo en el humor, aquí la cinta va más por la aventura que por la comedia, a pesar de que existe ese elemento, como no, a través del adorable dragón. Quizá no tenga el carisma que el genio azul, pero es igual de efectivo en la película. Seguramente no se convertirá en un personaje inolvidable, pero resulta todo un acierto en muchos momentos.
Donde quizá pincha un poco es en los momentos dramáticos. Contemporizar situaciones ya vistas en otras películas y adaptarlas a los más pequeños sin que resulte todo excesivamente empalagoso y ñoño, a veces requiere cierta pericia. En este aspecto, la parte dramática es volátil pero no por ello empaña el resto de una cinta efectiva.
El dragón de los deseos es una hermosa película, muy entretenida con un colorido y un diseño de personajes muy bien hecho, desde luego nada que envidiar a producciones que se estrenan en las salas. No tiene el detalle enfermizo de una Pixar, pero desde luego Sony (que ya lleva unos cuantos largometrajes animados) ha hecho un gran trabajo a nivel de producción. Recordemos que es el segundo proyecto de Sony Animation para Netflix, tras la magnífica Los Mitchell contra las máquinas (Michael Rianda, Jeff Rowe, 2021)
Cinta sencilla, bien hecha, con mensajes claros, directos. ¿Recuerda a Aladdin? Sí y no, aún así es una película a la que merece darle una oportunidad.
Los primeros planes para la película era estrenarla en cines en el año 2019. Pero uno de sus responsables abandonó el proyecto y la cinta tuvo que posponerse hasta el 2020, ya con la pandemia encima. En China la si logró estrenarse en cines a principios de este 2021, en el resto del mundo fue Netflix quien se encargó de hacerlo, al comprar sus derechos. Como muchas otras producciones, la existencia de las plataformas ha permitido lanzar nuevos títulos debido a la imposibilidad o poca rentabilidad, de estrenarla en el circuito de salas.
Sólo a través de la plataforma Netflix.
