Jeremy Saulnier nos dejó muy buenas sensaciones con su segunda cinta, Green Room (2015), mezcla de cine de terror con algo de thriller. Su forma de mostrar la violencia, de una manera sobria, fría y con cierta naturalidad, sin duda puso el listón muy alto en su pequeña carrera como director. Ahora Netflix le contrata para Noche de lobos (2018), película densa que sigue el estilo del realizador, aunque con más fallas que aciertos.
Saulnier ha contado en esta ocasión con material ya escrito, la novela de William Giraldi publicada hace dos años, y con el director/actor/guionista Macon Blair para elaborar el guión, él únicamente dirige. Esto quizá haya jugado en contra ya que la película no termina de contar con un buen guión, que deambula de forma excesivamente lenta, dejando por momentos, la sensación de que vemos la película casi por inercia, un síntoma de que algo no funciona en el ritmo de Noche de lobos.
Si bien hay que alabar la diversidad de temas que toca la cinta, desde la venganza, pasando por la desesperación, las relaciones entre padres e hijos, o incluso los traumas post-bélicos. Pero la mayoría de ellos se tocan de una forma superficial, lo que no ayuda ni siquiera a identificarnos con algún personaje.
Rodada con buen gusto (la espléndida fotografía del danés Magnus Nordenhof Jønck es un punto a su favor) pero con escaso acierto, la película se explaya sobre todo en su estética, dejando un poco de lado la trama, que por momento se vuelve algo confusa y sinsentido.
Jeffrey Wright, Alexander Skarsgård, Riley Keough o James Badge Dale (que ya protagonizó Spectral (Nic Mathieu, 2016) también para Netflix) son los rostros más sonados del reparto. Eso sí, no hay demasiado carisma para Wright que, a pesar de ser el protagonista, su paso por la película no pasa de lo meramente correcto.
Saulnier no se aparta demasiado de su estilo, mantiene su pulso en cuanto a estética, mostrando escenas violentas sin ningún pudor, y otras algo más innecesarias (un tiroteo excesivo, por ejemplo, que se podría haber resuelto de forma más sencilla). En conjunto la película no es, ni de lejos, superior a Green Room. Cuesta simpatizar con los personajes y cuesta seguir la historia, a pesar de los esfuerzos de su guión por crear giros o sorpresas.
A Noche de lobos le sobra prácticamente una hora, algunas escenas que no aportan demasiado (como la que se supone está ambientada en la guerra de Iraq), partes que se podrían suplir con un guión con más enjundia y menos adornos.
A nivel visual, remarco, que la cinta es más que solvente, pero Saulnier no debería haberse dejado llevar por su lado estético únicamente y haber apostado quizá, por un guión más ágil, con diálogos más interesantes y con un desarrollo del protagonista más elaborado. Es una película de la que cuesta engancharse.
Si ya costó estrenar en cines, que lo hizo pero de forma limitada, Green Room, era muy complicado que Noche de lobos consiguiera estrenarse en cines. Su reparto, con pocas «estrellas» tampoco ayuda a que algunas distribuidoras se interesen por ella.
Sólo a través de Netflix.