No es difícil pensar que, a día de hoy, las guerras se planifican y se ejecutan desde grandes despachos, desde grandes salas, frente a la pantalla de un ordenador, o a través de teléfonos móviles. Todo evoluciona e incluso aquello que nos destruye o que nos convierte en malvados también avanza a pasos agigantados.
La utilización de drones y de aviones no tripulados ha servido al guionista británico Guy Hibbert como punto de partida de esta historia, que intenta ponernos en una situación crítica cuando hay muchos intereses de por medio.
Tras su paso por el Hollywood más comercial con cintas algo irregulares como X-Men orígenes: Lobezno (2009) o la adaptación de la novela El juego de Ender (2013), Gavin Hood regresa a África, el continente que le dio el Oscar por Tsotsi (2005), la cinta sobre el pequeño “gángster” de Johanesburgo. Hood recrea con bastante credibilidad y veracidad, una operación militar secreta entre Estados Unidos y el Reino Unido.
Hood toca cada una de las “facciones” que intervienen en la compleja decisión de lanzar un ataque con misiles desde el aire. Cada decisión es clave, crucial y es expuesta, para que nosotros juzguemos incluso, si procede o si hay alguna justificación para tomarla. Espías desde el cielo, aunque cómoda en su planteamiento, realmente no es una película novedosa, pero al menos nos convierte en partícipes y eso se agradece.
Su reparto, liderado por la siempre efectiva Helen Mirren (aquí una militar sin miramiento alguno), está escogido entre algunos de los mejores nombres del panorama británico interpretativo, sin duda de lo mejor que podemos ver en el cine. Entre ellos una de las últimas interpretaciones de ese monstruo cinematográfico llamado Alan Rickman. El americano Aaron Paul o el somalí Barkhad Abdi (nominado al Oscar por su papel en Capitán Philips (Paul Greengrass, 2013)), completan un elenco interpretativo que está muy a la altura de sus papeles.
Pero detrás de Espías desde el cielo, surgen numerosas dudas. Sí, su guión es muy sólido y está bien escrito, pero quizá algunos personajes no son muy coherentes, como el que interpreta el propio Aaaron Paul, un experto en armas de drones que se desmorona en algunas situaciones cuando se supone que está entrenado para ello. Lo mismo con algunos de los personajes políticos que aparecen y cuyas reacciones resultan poco creíbles.
En general la película resulta muy interesante, engancha si uno entra rápidamente en su juego y nos plantea una idea terrorífica acerca de lo que se encuentra encima de nuestras cabezas, sobre que podemos ser bombardeados sigilosamente, sin darnos cuenta.
Detrás de todo esto hay un elemento esencial y que quizá es lo que marca Espías desde el cielo. No es una película sobre drones y tampoco es un film excesivamente militar. Uno de los elementos de la película confiere a la decisión de si matando a una persona se podrían salvar cientos de vidas. Ese dilema, que se vuelve un poco tramposo en su desenlace, marca un interesante debate. Quizá lo que más importa en toda la película.
Gracias a ésto, hay momentos de tensión bastante buenos y el drama (insisto, un poco tramposo) subyace debajo de la trama pero en general Espías desde el cielo, es una clarísima muestra de cómo es la guerra moderna.