Para lo bueno y para lo malo, vivimos en una sociedad en la que el dinero es la principal base de todo. Cualquier cosa que suceda en torno a él, de alguna forma nos afecta de forma positiva o negativa. Por tanto, que una cinta como Money Monster tenga el incesante y complejo mundo de las finanzas como telón de fondo, es, cuanto menos actual y, posiblemente no pase de moda con los años.
Jodie Foster, en la que es su cuarta película como directora, ha dejado pasar cinco años (desde El castor (2011)), para contarnos la historia de un joven que, tras quedar arruinado invirtiendo en bolsa, decide tomar como rehén a un presentador de un programa de televisión que le aconsejó fundirse el dinero en el mercado de valores.
Pero sin llegar a complicarnos demasiado la existencia, realmente Money Monster es más un thriller que un panfleto sobre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer en la bolsa. Foster no se dedica a desgranar los entresijos de la bolsa o a contarnos lo malo que son los bancos (que eso muchos ya lo saben). Utiliza este fondo para contarnos la historia de un joven desesperado, la historia de una venganza “interruptus”, y al final todo se reduce a personas.
Y lo hace partiendo con un buen triángulo de personajes, que al fin y al cabo es lo que más puede enganchar, si la historia como la de aquí, no es precisamente maravillosa. Un Clooney comedido, pero eficaz como siempre, en un papel turbio, que evoluciona hasta ponerse del otro lado. Julia Roberts, le sigue el juego a George Clooney. Y cierra el triángulo el británico Jack O’Connell, como siempre, espléndido en un papel complicado (es fácil sobreactuar).
Money Monster es, en resumidas cuentas, un thriller al uso, con buen pulso narrativo, algunas partes algo previsibles (incluida su resolución), pero que en el fondo tampoco trata de aleccionar demasiado sobre un mundo traidor y complicado.
Foster ha reflejado también el trato de la sociedad, que tiene también un papel importante. Sobre cómo vemos la historia, y sobre lo sesgadas que son a veces las informaciones hasta que no las conocemos de primera mano.
Si que también es verdad que el guión contiene algunas partes un poco forzadas, a modo de piezas para que todo encaje (los hackers nórdicos, por ejemplo), pero es un mal menos que le podemos perdonar a una cinta que se deja ver y que al menos nos tendrá entretenidos. No creo que Foster haya intentado buscar algo más allá de lo evidente que resulta la propuesta.