Que a Shyamalan hace tiempo que le resbala tener el beneplácito y visto bueno de la crítica es un hecho que se constató hace ya unos años, pero sus películas no terminan de hacer taquillas realmente jugosas, por eso no es de extrañar que sus últimas producciones tengan su propio nombre dentro de los “mecenas” del proyecto. Pero a él lo que le gusta es hacer películas, cine y contar historias, lo demás es un añadido para un director que ha cosechado enormes éxitos a finales de los noventa, cuando se dio a conocer con la maravillosa El sexto sentido (1999).
Menos preocupado por sus ya conocidos ‘final twist’, Shyamalan se embarca en un nuevo proyecto protagonizado por Josh Hartnett, actor que prácticamente estaba retirado del cine, pero que parece que gracias a su reinvención (y algo que ver tendrá que Guy Ritchie lo llamase para Despierta la furia (2021)) vuelve a estar en proyectos que van desde Nolan hasta este mismo Shyamalan. Hartnett siempre ha demostrado solvencia en sus papeles, pero aquí no encontramos a ese actor, sinceramente. Una interpretación forzada e irregular no ayuda precisamente a que La trampa sea una cinta redonda.
Su intención (y totalmente consciente) de hacernos ver toda la trama a través del personaje de Hartnett funciona por momentos y empatizar con él, a pesar de quien es, resulta complicado. Y es que la mayor pega que le podemos poner a esta película es su guion. Que Shyamalan vuelva a escribir siempre es una buena noticia, pero cuando se suceden escenas bastante poco creíbles, situaciones que resultan hasta hilarantes o diálogos que parecen escritos por un guionista novel, la cosa no fluye como tiene que fluir.
Que haya humor en una película puede ser bueno, pero si ese humor resulta forzado y saca constantemente de la historia, al final termina siendo tedioso y deseas que todo termine cuanto antes. Si sumamos un final que es tan increíble como el resto de la película, el resultado que tenemos es que La trampa posiblemente no cumpla con lo que esperamos de un director como Shyamalan. Los experimentos y el tratar de imitar a Hitchcock quizá habría que dejárselos a otros.
Pero La trampa no es absolutamente insufrible. Tiene algunos puntos interesantes, sobre todo en lo que se refiere a puesta en escena, al menos a nivel estético, el director se ha molestado en poner todo lo que sabe y algunas escenas resultan interesantes.
Por lo demás, La trampa, como película de intriga/suspense/thriller o como lo queramos llamar no termina de funcionar, conocemos el final prácticamente desde que empieza el segundo acto, sus diálogos impostados muchas veces, te sacan de la historia y que el reparto resulte bastante desigual en cuando a nivel interpretativo, no ayuda. No es, ni mucho menos una de las mejores cintas de Shyamalan que vuelve a demostrar que hasta los genios tienen épocas de vacas flacas. Puede que todavía no estemos preparados para este nuevo Shyamalan.
